jueves, 22 de mayo de 2008

Entrevista de Seamus Heaney y Richard Kearney a Jorge Luis Borges




Richard Kearney: Su prosa pone de manifiesto una continua obsesión con el mundo de la ficción y de los sueños, un universo de laberintos inconscientes. En ocasiones es algo tan onírico que se vuelve imposible distinguir entre el autor (usted), los personajes de la ficción y el lector (nosotros).

Seamus Heaney: Esta interacción entre la ficción y la realidad parece ocupar un lugar central en su obra. ¿Cómo afecta su obra el mundo de los sueños? ¿Usa conscientemente material onírico?

Borges: Cada mañana, cuando despierto, recuerdo sueños y los grabo o los escribo. A veces me pregunto si estoy dormido o si estoy soñando. ¿Estoy soñando ahora? ¿Quién puede saberlo? Nos soñamos unos a otros todo el tiempo. Berkeley afirmaba que Dios era quien nos soñaba. Tal vez tenía razón... ¡pero cuán tedioso para el pobre Dios! Tener que soñar cada grieta y cada mota de polvo en cada taza de té y cada letra en cada alfabeto y cada pensamiento en cada cabeza. ¡Debe estar exhausto!

Heaney: ¿Su mundo onírico alimenta de manera directa su forma de escribir? ¿Toma prestado y traspone el contenido de sus sueños a la literatura? ¿O se trata acaso de una habilidad narrativa que le da a las imágenes su contorno y su forma?

Borges: El relato ficticio da un orden al desorden del material onírico. Pero no puedo decir si el orden está impuesto o si ya está latente dentro del desorden y tan sólo espera quedar realzado a través de su repetición en la ficción. ¿Inventa el escritor de ficción un orden completamente nuevo ex nihilo? Supongo que si pudiera contestar semejantes preguntas ¡no escribiría ficción en absoluto!

Heaney: ¿Podría darnos algunos ejemplos reales de lo que quiere decir?

Borges: Sí. Le contaré un sueño recurrente que me interesó mucho. Un pequeño sobrino mío, quien solía quedarse conmigo con cierta frecuencia y me contaba sus sueños cada mañana, soñó el siguiente tema recurrente. Estaba perdido en un sueño y luego llegaba a un claro en donde me veía salir de una casa blanca de madera. En ese punto, solía interrumpir su resumen del sueño y preguntarme, "Tío, ¿qué hacías en esa casa?". "Estaba buscando un libro", le contestaba. Y se quedaba muy contento con esa respuesta. Como niño, todavía era capaz de deslizarse de la lógica de su sueño a la lógica de mi explicación. Tal vez así funcionen mis propias ficciones...

Heaney: ¿Es entonces el modo más que el material de los sueños lo que principalmente influye e inspira su obra?

Borges: Yo diría que son las dos cosas. He tenido varios sueños recurrentes a lo largo de los años que han dejado su huella en mi ficción de una u otra forma. Los símbolos difieren con frecuencia, pero los patrones y las estructuras siguen siendo los mismos. Por ejemplo, con frecuencia he soñado que estoy atrapado en un cuarto. Trato de salir, pero vuelvo a entrar a un cuarto. ¿Se trata del mismo cuarto?, me pregunto. ¿O acaso escapo a un cuarto exterior? ¿Estoy en Buenos Aires o en Montevideo? ¿En la ciudad o en el campo? Toco la pared para intentar descubrir la verdad sobre mi paradero, para encontrar una respuesta a estas preguntas. Pero ¡la pared es parte del sueño! De modo que la pregunta, al igual que el que la hace, regresa eternamente a ese cuarto. Este sueño me dio el tema del laberinto que aparece con tanta frecuencia en mis ficciones. También estoy obsesionado con un sueño en donde me veo en un espejo con varias máscaras o rostros que se superponen unos sobre otros; los desprendo de manera sucesiva y me dirijo al rostro que está frente a mí en el espejo; pero no me contesta, no puede oírme o no me escucha, es imposible saberlo.

Heaney: ¿Qué clase de verdad cree que Carl Jung intentaba explorar en su análisis sobre los símbolos y los mitos? ¿Cree que los arquetipos jungianos son explicaciones válidas de lo que experimentamos en el mundo inconsciente de la ficción y de los sueños?

Borges: He leído a Jung con gran interés, pero sin convicción. En el mejor de los casos, fue un escritor imaginativo e inquisitivo. Es más de lo que uno puede decir acerca de Freud... ¡Qué basura!

Kearney: La sugerencia que usted hace aquí de que el psicoanálisis tiene valor como un estimulante imaginativo más que como un método científico me hace recordar la afirmación que usted hace en el sentido de que todo el pensamiento filosófico es "una rama de la literatura fantástica".

Borges: Sí, creo que la metafísica es un producto de la imaginación al mismo nivel que la poesía. Después de todo, la idea ontológica de Dios es el invento más espléndido de la imaginación.

Kearney: Pero ¿inventamos nosotros a Dios o es Dios quien nos inventa a nosotros? ¿Es divina o humana la imaginación creativa primaria?

Borges: Ah, ésa es la pregunta. Puede ser ambas.

Heaney: ¿Acaso su experiencia infantil de la religión católica alimentó su sensibilidad de alguna forma duradera? Me refiero más a sus ritos y misterios que a sus preceptos teológicos. ¿Existe algo llamado imaginación católica, que podría expresarse en obras literarias como, por ejemplo, en el caso de Dante?

Borges: Para el argentino, ser católico es más una cuestión social que espiritual. Significa que uno se alínea con la clase, el partido o el grupo social correcto. Nunca me interesó este aspecto de la religión. Sólo las mujeres parecían tomar la religión en serio. Cuando era niño, cuando mi madre me llevaba a misa, yo rara vez veía a un hombre en la iglesia. Mi madre tenía una gran fe. Creía en el paraíso; y quizá su creencia significa que ahora ella está allí. Aunque ahora ya no soy un católico practicante y no puedo compartir su fe, sigo entrando en su habitación todos los días a las cuatro de la mañana, la hora en que murió hace cuatro años (¡tenía 99 años y le aterraba cumplir cien años!) para rociar agua bendita y rezar el Padre Nuestro como ella lo pidió. ¿Por qué no? La inmortalidad no es más extraña ni increíble que la muerte. Como mi padre agnóstico solía decir: "Dado que la realidad es lo que es, el producto de nuestra percepción, todo es posible, incluso la Trinidad". Creo en la ética, que las cosas en nuestro universo son buenas o malas. Pero no puedo creer en un Dios personal. Como lo dice Shaw en Major Barbara: "He dejado atrás a la Desposada del Cielo". Me siguen fascinando los conceptos metafísicos y alquímicos de lo sagrado. Pero esta fascinación es más estética que teológica.

Kearney: En “Tlön, Uqbar y Orbis Tertius”, usted dijo que la eterna repetición del caos gradualmente hace surgir o revela un patrón o un orden metafísico. ¿Qué tenía usted en mente?

Borges: Me divertí mucho escribiendo eso. Nunca dejé de reírme, de principio a fin. Todo era una enorme broma metafísica. La idea del eterno regreso es, claro está, una vieja idea de los estoicos. San Agustín condenó esta idea en Civitas Dei, cuando compara la creencia pagana en un orden cíclico del tiempo, la Ciudad de Babilonia, con el concepto lineal, profético y mesiánico del tiempo que se encuentra en la Ciudad de Dios, Jerusalén. Este último concepto ha prevalecido en nuestra cultura occidental desde San Agustín. Sin embargo, creo que puede haber algo de verdad en la vieja idea de que, detrás del aparente desorden del universo y de las palabras que usamos para hablar de nuestro universo, podría surgir un orden oculto... un orden de repetición o coincidencia.

Kearney: Usted escribió alguna vez que, a pesar de que este orden cíclico no puede demostrarse, sigue siendo para usted "una elegante esperanza".

Borges: ¿Eso escribí? Eso es bueno, sí, muy bueno. Supongo que en 82 años tengo derecho a haber escrito unas cuantas líneas memorables... El resto puede "echarse a perder", como solía decir mi abuela.

Heaney: Usted habló de reír mientras escribe. Sus libros están llenos de diversión y picardía. ¿Escribir siempre ha sido para usted una tarea placentera o ha sido alguna vez una experiencia difícil o dolorosa?

Borges: Sabe, cuando todavía podía ver, me encantaba escribir, cada momento, cada frase. Las palabras eran como juguetes mágicos con los que yo jugaba y movía de toda clase de formas. Desde que perdí la vista a los cincuenta años, no he podido regocijarme con la escritura con esta naturalidad. He tenido que dictarlo todo, volverme un dictador más que un jugador de palabras. Es difícil divertirse con juguetes cuando uno está ciego.

Heaney: Supongo que la ausencia física de la pluma y el estar encorvado sobre el escritorio hace una gran diferencia...

Borges: Sí, así es. Pero extraño poder leer más que poder escribir. A veces me regalo a mí mismo un pequeño engaño, me rodeo de todo tipo de libros, sobre todo diccionarios, en inglés, español, alemán, italiano, islandés. Se convierten en seres vivos para mí, me susurran cosas en la oscuridad.

Heaney: ¡Sólo un Borges podría practicar semejante acto de ficción! Sus sueños siempre han sido, de una manera bastante evidente, importantes para usted. ¿Diría usted que su capacidad o necesidad de habitar el mundo de la ficción y de los sueños aumentó de alguna manera por haber perdido la vista?

Borges: Desde que me volví ciego lo único que me queda es la alegría de soñar, de imaginar que puedo ver. A veces mis sueños se extienden más allá del sueño y se adentran en mi mundo de vigilia. Con frecuencia, antes de dormir o al despertar, me descubro soñando, balbuciendo frases oscuras e inescrutables. Esta experiencia simplemente confirma mi convicción de que la mente creativa siempre está activa, siempre está más o menos soñando tenuemente. Dormir es como soñar la muerte. De la misma manera en que despertar es como soñar la vida. A veces ya no puedo distinguir cuál es cuál.

...

Como argentino, me siento alejado de la corriente española. Me crié en Argentina teniendo la misma familiaridad con la cultura inglesa y francesa que con la española. Así que supongo que soy doblemente extranjero... pues incluso el español, la lengua en la que escribo precisamente como un extraño, se encuentra al margen de la principal tradición literaria de Europa.

Seamus Heaney: ¿Cree usted que existe algo semejante a una tradición hispanoamericana... aceptando el hecho de que todas las tradiciones deben ser imaginadas antes de aparecer?

Borges: Es cierto que la idea de la tradición implica un acto de fe. Nuestras imaginaciones alteran y reinventan el pasado todo el tiempo. Sin embargo, debo confesar que a mí nunca me convenció mucho la idea de una tradición hispanoamericana. Por ejemplo, cuando viajé a México, me encantó su rica cultura y literatura nativa. Pero sentí que no tenía nada en común con ella. No pude identificarme con su culto al pasado de los indios. Argentina y Uruguay difieren de la mayor parte de los demás países latinoamericanos en el sentido de que poseen una mezcla de las culturas española, italiana y portuguesa que ha dado lugar a un ambiente más europeo. Por ejemplo, la mayor parte de nuestras palabras coloquiales en el español argentino son de origen italiano. Yo mismo desciendo de ancestros portugueses, españoles, judíos e ingleses. Y los ingleses, como nos lo recuerda Lord Tennyson, son una mezcla de muchas razas: "sajones y celtas y daneses somos". No existe tal cosa como la pureza racial o nacional. Y, aunque así fuera, la imaginación trascendería tal cosa dado que no existe una cultura específicamente argentina que pudiera llamarse "latinoamericana" o "hispanoamericana". Los únicos verdaderos americanos son los indios. Los demás son europeos. Por lo tanto, me gusta pensar que soy un escritor europeo en el exilio. Ni hispánico ni americano ni hispanoamericano, sino un europeo expatriado.

Heaney: T. S. Eliot habló de "toda la mente de Europa". ¿Cree haber heredado parte de esta mente a través del tamiz español?

Borges: En el argentino no existe ninguna alianza exclusiva a una sola cultura europea. Como dije, podemos tomar cosas de varias lenguas y literaturas europeas distintas... tal vez adoptar "toda la mente de Europa", si es que existe algo semejante. Pero precisamente debido a nuestra distancia de Europa también tenemos la libertad cultural o imaginativa para mirar, más allá de Europa, hacia Asia y otras culturas.

Richard Kearney: Como lo hace usted en su propia ficción al invocar con frecuencia las doctrinas místicas del budismo y del Extremo Oriente.

Borges: El hecho de no pertenecer a una cultura "nacional" homogénea tal vez no sea una pobreza sino una riqueza. En este sentido, soy un escritor "internacional" que reside en Buenos Aires. Mis ancestros provinieron de muchas naciones y razas distintas, como lo he mencionado, y pasé gran parte de mi juventud viajando por Europa, en particular por Ginebra, Madrid y Londres, en donde aprendí varias lenguas nuevas, alemán, inglés antiguo y latín. Este aprendizaje multinacional me permite jugar con las palabras como hermosos juguetes, entrar, como lo dijo Browning, en "el gran juego del lenguaje".

Heaney: Me parece muy interesante que su inmersión en varias lenguas durante su infancia, y sobre todo en el español y el inglés, le haya dado ese sentimiento del lenguaje como un juguete. Sé que mi propia fascinación con las palabras estuvo estrechamente relacionada con el hecho de que aprendiera latín cuando era niño. Y la fatigué. También aprendí mucho de él.

Kearney: ¿Y qué opina de Beckett, tal vez el discípulo literario irlándes más cercano a Joyce? Él parece compartir con usted una obsesión con la ficción como un laberinto autoescrutador de la mente, como una parodia eternamente recurrente de sí misma...

Borges: Samuel Beckett es muy aburrido. Vi su obra Esperando a Godot y eso me bastó. Me pareció que era una obra muy pobre. ¿Para qué tomarse la molestia de esperar a Godot si él nunca llega? Qué cosa tan tediosa. Después de eso, ya no tuve deseos de leer sus novelas.








Traducción de Katia Rheault











jueves, 8 de mayo de 2008

Ópera Bianca

por Michel Houellebecq




Ópera Bianca es una instalación móvil y sonora concebida por el escultor Pilles Touyard; la música es obra de Brice Pauset. Esta instalación se compone de siete objetos móviles cuya forma recuerda al mobiliario humano. En las fases claras, estos objetos, inmóviles y blancos sobre un fondo blanco, acumulan energía luminosa. Disipan esta energía en las fases oscuras, emitiendo una luminiscencia que va disminuyendo mientras se cruzan en el espacio, sin llegar a tocarse; su aspecto recuerda entonces las manchas fantasmales que atraviesan la retina cuando algo le ha deslumbrado. El texto interviene en las fases oscuras. Se compone de doce secuencias leídas por dos narradores invisibles (una voz masculina, una voz femenina). El orden de las secuencias, aleatorio, cambia de una representación a otra. Por lo tanto, hay que considerar estos textos como doce interpretaciones posibles a partir de una misma situación plástica. La primera representación tuvo lugar el 10 de septiembre de 1997 en el Centro de Arte Contemporáneo Georges Pompidou (París).







4”

H:

¿Cuál es el elemento más pequeño de una sociedad humana?







36”

M:

Asociamos la onda a la mujer,
el corpúsculo a lo masculino;
componemos pequeños dramas
anhelando a un Dios maligno.


H:

En ausencia de conflictos, aparece y se desarrolla un mundo. La red de interacciones envuelve el espacio, crea el espacio con su desarrollo instantáneo. Observando las interacciones conocemos el mundo. Definiendo el espacio mediante los datos observables, en ausencia de contradicciones, proponemos un mundo del que podemos hablar. Llamamos a este mundo “la realidad”.







43”

H:

Flotaban en la noche junto a un astro inocente,
observando el nacimiento del mundo,
el desarrollo de las plantas
y la impura abundancia de las bacterias;
venían de muy lejos, les sobraba el tiempo.

No tenían ninguna
teoría sobre el futuro,
veían el tormento,
la carencia, el deseo.

Instalarse en la Tierra
en medio de los vivos;
conocían la guerra,
cabalgaban el viento.


M:

Se reunieron a orillas del estanque;
la bruma se elevaba, avivaba los cielos;
amigos, acordaos de las formas esenciales,
acordaos del hombre, acordaos mucho tiempo.







50”

H:

Me gustaría anunciar buenas nuevas, prodigar palabras de consuelo; pero no puedo hacerlo. Sólo puedo observar cómo se abre el abismo entre nuestros pasos y nuestras actitudes.

Surcamos el espacio, el ritmo de nuestros pasos corta el espacio con la exactitud de una navaja; surcamos el espacio y el espacio es cada vez más oscuro.

Hubo un momento preciso en que se rompió el contacto. No consigo recordarlo, pero debió de producirse a cierta altura.


M:

Tuvo que haber un momento de comunión en el que no teníamos ninguna objeción contra el mundo; entonces, ¿cómo es posible que nuestra soledad sea tan grande? Debió de ocurrir algo, pero el origen de la deflagración nos resulta impenetrable; miramos a nuestro alrededor, pero ya nada nos parece concreto, ya nada nos parece estable.






56”

M:

Andamos por las calles, las miradas se cruzan
y así definimos nuestra presencia humana;
en la calma absoluta del fin de semana,
andamos lentamente cerca de la estación.

Ropa muy larga que abriga carnes grises,
prácticamente inmóviles cuando se acaba el día;
nuestra alma minúscula y medio condenada
se agita entre los pliegues antes de detenerse.


H:

Hemos existido, dice nuestra leyenda;
de algunos deseos nuestros nació esta ciudad.
Luchamos contra fuerzas hostiles y un día,
enflaquecidos,
nuestros brazos dejaron caer las riendas.

Y flotamos lejos de todos los posibles;
la vida se enfrió, la vida se nos fue;
miramos nuestros cuerpos medio desvanecidos,
en el silencio emergen ciertos datos sensibles.






59”

H:

Claro y límpido, el cielo penetraba
en nuestros cristalinos;
ya no pensábamos en el mañana,
la noche estaba casi vacía.

Estábamos prisioneros entre los instrumentos
y las medidas parecían completamente fútiles,
habíamos intentado hacer una obra útil,
las hormigas bailaban bajo un sol inquietante.

Había cierta locura en el aire,
una electricidad, un ruido de cadenas,
los transeúntes se miraban con odio,
parecían planear fantásticos tormentos.


M:

Conocerás las tres direcciones del espacio
y comprenderás la naturaleza del tiempo,
verás el sol caer sobre el estanque;
en la noche creerás que has encontrado tu lugar.


H:

Vuelve el alba, la arena gira entre los cuerpos;
espíritu de clarividencia, sé equitativo y dirígete al norte;
espíritu de intransigencia, sostén nuestros esfuerzos y combates;
este mundo espera de nosotros el impulso hacia la muerte.






1’00”

M:

Llega un momento en que las palabras dichas,
en lugar de convertirse en destellos de luz,
se retuercen en torno a uno, ahogan sus ideas.
Las palabras están hechas de cierta materia.
(Una materia viscosa
cuando pesan mucho;
así ocurre con las palabras de amor,
con la materia amorosa).

H:

La vida se perpetúa de relámpago en relámpago,
la información circula;
en el fondo de la noche se enlazan los destinos;
las cartas están marcadas.

M:

Atravesamos los días con el rostro inmóvil,
ya no hay amor en nuestras miradas estériles,
la infancia ha terminado, la suerte está echada,
nos acercamos al final de la partida.

H:

Las últimas partículas
flotan a la deriva en el silencio
y el vacío articula
su presencia en la noche.

M:

El polvo forma torbellinos en el suelo gris;
una ráfaga de viento purifica el espacio.
Quisimos vivir, aún quedan indicios;
nuestros cuerpos se suspenden en la espera.







1’04”

H:

En la soledad, en el silencio, en la luz, el hombre se carga de energía mental, que luego disipa en sus relaciones con el prójimo. Indiferente, perfecto y redondo, el mundo ha conservado el recuerdo de su origen común. Fragmentos de mundo aparecen, desaparecen, aparecen de nuevo.


M:

Más allá del blanco está la muerte
y la separación de los cuerpos;
entre las partículas en carne viva
acabo mi trayectoria emocional.


H:

La vida es perfecta, la vida es redonda;
es una nueva historia del mundo.


M:

En el universo subatómico
ya no hay topologías
y el espíritu encuentra una morada
en el fondo de la fisura cuántica,
el espíritu se hace un ovillo
en un universo patético,
en la ruptura de la simetría,
en el esplendor de lo idéntico.


H:

Todo aparece y brilla con una luz insoportable; nos hemos convertido en seres semejantes a dioses.







1’06”

M:

En un momento cualquiera
tiene lugar un encuentro,
la noche llena los ojos
y uno, claro, se equivoca.


H:

El mundo está disociado; se compone de individuos. Los individuos se componen de órganos; los órganos de moléculas. Pasa el tiempo; se divide en segundos. El mundo está disociado.


M:

El proceso de seducción
es un proceso de medida,
sola en la noche de interacción
entre la luz y la basura.


H:

Las neuronas recuerdan la noche. En la red estrellada de las neuronas se forman las representaciones; su recorrido es aleatorio y breve.


M:

Habría que atravesar un universo lírico
como se atraviesa un cuerpo muy amado;
habría que despertar las fuerzas oprimidas,
la sed de eternidad, patética y dudosa.


H:

La profunda noche cerebral
ha creado el mundo
y todos sus instrumentos.

Seguimos descendiendo hacia lo blanco.







1’10”

M:

Cierto que en la contradicción que invade las mañanas
respiramos, y el cielo es apacible,
pero ya no creemos que la vida es posible,
no tenemos la impresión de ser humanos.


H:

El movimiento de indiferencia
sobre un eje frío y mórbido
es una metáfora de la ausencia,
una semitransición hacia el vacío.

Las señales de lo real velado
en una luminiscencia,
horrible como un cielo estrellado,
semitransiciones hacia la ausencia.

Los choques de las máquinas neuronales
en un campo de deseos ficticios
definen un mundo liberal
donde ya nada es definitivo.


M:

La naturaleza tiene que adaptarse al hombre
y lo humano se acaba y se vuelve rígido;
siempre he tenido miedo de caer al vacío,
estaba sola en el vacío y me dolían las manos.


H:

En la muerte, los cuerpos desencarnados
de quienes creíamos conocer,
tienen el aspecto remilgado
de los que no volverán a nacer.

Ahí están, simples y sin heridas,
saciados todos sus deseos;
ya sólo son una osamenta
que el tiempo acaba desgastando.







1’17”

H:

Suponemos la existencia de un observador.


M:

Estás aquí
o en otra parte;
estás sentada con las piernas cruzadas
en el suelo de la cocina
y tu vida está en ruinas;
alza tu voz hacia el Señor.

¡Mira! Hay moléculas
que existen en semienlace;
hay traiciones a medias,
hay momentos ridículos.


H:

No vivimos; hacemos movimientos que creemos voluntarios. La muerte no puede alcanzarnos; ya estamos muertos.


M:

Piensas en el gato de Schrödinger,
medio muerto o medio vivo;
en la naturaleza de la luz
y en la ambigüedad del blanco.


H:

Niels Bohr decía que con el lenguaje pasa como con los platos en un chalet de montaña. El agua está sucia, la bayeta también; sin embargo, a fin de cuentas, conseguimos fregar los platos.


M:

Estás de pie en la pasarela
y piensas en el gel lavavajillas.


H:

Dos seres se reúnen, cada cual encerrado en su noche cerebral. No obstante, en la medida exacta de sus conciencias del mundo, en un momento determinado por el desarrollo del protocolo instrumental, en un momento concreto, no aleatorio, en un momento necesario, tiene lugar una representación.







2’15”

H:

Cargadas de energía, unas partículas circulan en un espacio cerrado, durante un tiempo limitado. Llamemos ciudad a ese espacio; comparemos la energía con el deseo; tendremos una metáfora de la vida.


M:

Crees que delimitas seres individuales,
a cada paso tu ojo toma una medida;
hay excepciones, casos residuales,
pero tú estás seguro de ti mismo, conoces la naturaleza.


H:

Obedeciendo a la teoría de los choques, las partículas reaccionan cubriéndose de caparazones, de espinas, de armas defensivas u ofensivas; tenemos una metáfora de la evolución animal.


M:

En medio de la noche ves las trayectorias
de objetos que circulan, claras como a la luz del día;
Para ti la libertad es el sentido de la historia
y la acción a distancia es un sueño impreciso.


H:

Como la roca necesita el agua
que la erosiona,
así nosotros necesitamos nuevas metáforas.


M:

Tienes una agenda y unas coordenadas;
los humanos son móviles y a menudo vulnerables;
chocan con los humanos durante algunos años;
luego se descomponen en agregados inestables.

Dos partículas se reúnen
y tienen una función de onda común;
después se separan en la noche,
se alejan.

Sometamos la partícula B a la acción de un campo eléctrico;
la partícula A reaccionará de forma idéntica;
sea cual sea la distancia
habrá una acción, una influencia.


H:

La separación del mundo en objetos es una proyección mental. Ocurren ciertos fenómenos; se determina un dispositivo experimental. La comunidad de los observadores puede llegar a un acuerdo sobre el resultado de las medidas. Se pueden definir unos valores con cierta aproximación. Esos valores son el resultado de una interacción entre el mundo, la conciencia y el instrumento. Así, a través de una intersubjetividad razonable, podemos hablar sobre lo que hemos observado, lo que hemos visto, lo que hemos aprendido.